sábado, 11 de agosto de 2012

La violencia como espectáculo

Si el ser humano es un producto de sus circunstancias, entonces tendremos que humanizar las circunstancias. (Carl Marx - La Sagrada Familia)

La escena que presenta (o representa) la imagen fotográfica que ilustra este texto, ha dado vueltas por todos los medios de comunicación de masas en estos días. No me referiré a los hechos dado que han sido profusamente difundidos. Me referiré a la interpretación de los hechos que los medios hacen.

Un estudiante de 14 años fue detenido y acusado por un fiscal de ser uno de los partícipes de la quema de un bus, sin más prueba que las imágenes de una cámara de vigilancia que la TV difundio y que lo muestran solamente rompiendo sus vidrios. Como consecuencia de ello, este adolescente ha sido transformado en el símbolo de la violencia que hay detrás del movimiento estudiantil.

Permanentemente y tras eventos parecidos, los medios omiten señalar el motivo de las movilizaciones, en este caso, las demandas no resueltas por una educación pública, gratuita y de calidad, donde, según encuestas, más del 80% de la población las apoya, entre ellos yo.

Cuando se trata de actos violentos, los medios de comunicación los abordan sin ponerlos en un mínimo contexto ni menos tratan de explicar sus causas para que el receptor pueda formarse una opinión. Se destaca profusamente el “acto” mismo. El hecho acaecido. Y si éste es de origen político o relacionado a reivindicaciones sociales, es peor aún. La carencia de contenido la pone al mismo nivel de un reality show. La noticia se transforma entonces, en un mero espectáculo..

Este tipo de editorial es el que rige a todos noticieros televisivos y escritos hoy en día. Lamentablemente, la TV es el medio de comunicación de masas de mayor influencia y penetración a la hora de formar opinión en la gente. Goza de credibilidad pero también de impunidad respecto de la que fue, en sus orígenes, su principal responsabilidad social: informar y educar.

Lo anterior da cuenta de la censura y desinformación a la que estamos sometidos; no se nos informa - o se nos da luces - acerca del porqué muchachos jóvenes actúan con tal nivel de violencia. Tampoco se buscan responsables ni nadie exige responsabilidades ya que en una sociedad donde las instituciones funcionan, si los niños están inclinándose a la violencia como medio de resolver disputas o bien a actos delictuales como forma de relacionarse con su entorno, cabe hacernos la pregunta ¿Quién responde por ello?, ya que al decir de un tecnócrata, “alguien está haciendo mal su pega”.

No son los medios, ni menos la TV la que nos dará respuestas. Para los editores de los medios, la violencia que generan las movilizaciones no son otra cosa que actos de delincuentes o violentistas. Es decir, la violencia es propia de grupos o tipos de personas determinadas y su actuar no tiene motivos más que el profundo deseo de destruir la "propiedad pública y privada". Es decir, no tiene origen, y así se establece a priori el discurso que dice que los violentistas son enemigos de la sociedad, por tanto enemigos tuyos y míos también.

No hay análisis ni busqueda del contexto dentro del cual el acto se inscribe. Tampoco rigor profesional de parte de los editores al presentar la noticia. Sólo se muestra y se relata una y otra vez “la foto”. Pero esta imagen sólo muestra una parte de toda la escena. Se pone en un marco una parcela de la realidad. Es en este punto en que se centra el debate social hoy en día: en el hecho. No debatimos sobre causas sino sobre efectos, por lo tanto, debatimos sobre lo que los medios quieren que debatamos.

Hoy, los mismos medios que condenan a un joven de 14 años e inducen a sus audiencias a lapidarlo, hace una semana servían de soporte mediático para fomentar el consumo exacerbado de bienes, transformando el día internacional de los derechos del niño en un vulgar día de compras.

Estamos embarcados en una espiral exitista, individualista y consumista que deja heridos en el camino. Cuando los niños y jóvenes son tratados como consumidores y no como niños, la violencia adquiere sentido y explicación en la sociedad. Cuando se reduce a los niños y jóvenes a simples consumidores y no a seres humanos con derechos, todo nos queda más claro aún.

Mientras los canales de TV y otros medios gastan millones y millones pagando sueldos a opinólogos de farándula y a opinólogos de fútbol, los ciudadanos, la gente o el pueblo, no disponemos de un periodismo crítico, público, gratuíto y de calidad en los medios masivos. Por lo tanto, para mi la máxima de McLuhan de que “el medio es el mensaje” tiene plena validez.

Las causas de la violencia están a la vista. Basta con abrir los ojos: En un país subdesarrollado travestido de primer mundo, en que sus recientes gobernantes decidieron llevarnos a una transición política y económica a ninguna parte, la frustración de sus jóvenes genera cada día más violencia contra el modelo de sociedad que hemos construido. Y si a ello le sumamos el cinismo de los medios de comunicación, ocultando información y silenciando las complicidades de políticos, personajes de TV, ministros, militares, empresarios, representantes del clero, por nombrar sólo algunos actores, en los horrores ocurridos en 17 años de dictadura, la bronca es aún mayor. Esta generación de “jóvenes violentistas” ha heredado esta sociedad travestida de consenso y buena onda, sin haberlo pedido. Sus gritos son llamados a sincerarnos y a dejar de mentirles. Algo que los medios hoy no hacen.

A estos encapuchados nos los han mostrado quemando buses y saqueando tiendas en Grecia, en Madrid, en Londres, en Ámsterdam, en Roma, en Buenos Aires, en fin… son los mismos encapuchados, pero son presentados por nuestros medios de forma distinta, son tratados como “manifestantes antisistema”. Para mi, antisistema tiene una connotación distinta. De partida no es peyorativa ya que da cuenta de una posición política clara. Sin embargo acá, ante las mismas acciones y motivaciones, a nuestros jóvenes los tratan como delincuentes o violentistas. Curioso doble standar.

El modelo de vida impuesto, totalitario a decir de Armando Uribe, está generando seres humanos frustrados y resentidos. Ellos, los más jóvenes, se han dado cuenta que su vida presente y futura, dista (y distará) mucho de las imágenes que les presentan a diario las notas misceláneas de los noticieros de TV y las campañas publicitarias con el lanzamiento del último modelo.

1 comentario:

  1. Hola:

    Crudo análisis de la realidad chilena y muy cierto. Lo que más me angustia de esto es que no le veo solución: mientras los poderosos (económicamente hablando) puedan seguir inmiscuyéndose en la política no hay nada que hacer; ni con protestas, ni "democráticamente", ni escribiendo blogs... ¡de ninguna forma!

    "Pero vivimos en un país libre" dirán algunos o "¿Acaso preferirías vivir una dictadura, como Cuba, donde no hay libertad?" dirán otros... Pues bien, yo diría, en primer lugar, que vivimos en un país libre, sí, pero para consumir, y, en segundo lugar, que si de verdad fuese cierto eso de Cuba entonces no vivimos en un país muy diferentes, ya que aquí también hay una clara dictadura.

    Saludos.

    Bayo

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